Manifiesto 8 de Marzo

Hoy celebramos el día de la Mujer  Trabajadora y sentimos especialmente el deber de comunicar  que continuamos en nuestra lucha para transformar las desigualdades que sufrimos por el hecho de ser mujeres.

Podemos hablar de los triunfos del feminismo: sufragio femenino, educación, píldora anticonceptiva, divorcio, cuenta en el banco u oportunidades laborales. Esto ha sido logrado gracias a la perseverancia de mujeres conscientes de nuestra situación y nuestra posición en la sociedad que han luchado a lo largo de la historia hasta nuestros días.

Y quizás, a día de hoy,  hayan sectores que coincidan en el hecho de que el feminismo ya no es necesario. Sin embargo,  la realidad es otra y nosotras bien  sabemos que seguimos sometidas a la tiranía del patriarcado y todo lo que ello conlleva.

 Que seguimos sufriendo la doble explotación: en el trabajo y en casa. Que seguimos siendo las que se preocupan  por todos, las que no son egoístas  y renuncian a llegar más alto porque su función en la vida es parir. Y seguimos siendo utilizadas como un objeto sexual, sujetas a la aprobación del hombre, estereotipadas hasta la saciedad en todos los ámbitos. Y se nos sigue juzgando por nuestro deseo, por satisfacer nuestros cuerpos  sin escondernos. E incluso hoy tenemos miedo, miedo de ir solas a casa de madrugada, miedo de llegar a casa y encontrarnos con él. Y nos frustra que aun sean unos pocos quienes tengan  derecho a decidir sobre nosotras, sobre nuestra decisión de ser madres. Y sobre todo, en calidad de Sindicato Estudiantil , que la educación siga siendo el instrumento de normalización patriarcal por excelencia.

A pesar de todo, podemos decir que hemos avanzado en materia de igualdades y derechos, que debemos sentirnos privilegiadas aquellas que podemos gozar de ello. Pero no nos hundamos en un sentimiento de complacencia. Debemos pensar si se han producido cambios realmente notables para todas. De entre la población empobrecida mundial, las mujeres somos la mayoría con diferencia, también las más violentadas. Aun hay niñas obligadas a casarse, que mueren de hambre, violencia machista que no se castiga por la ley, abortos clandestinos o explotación sexual entre otras muchas.

Si, hemos avanzado, pero no lo suficiente. Seguimos y seguiremos luchando hasta conseguir una sociedad exenta de discriminación social y económica, criticando las imposiciones y normas que nos intentan convencer de nuestra condición de inferioridad y gritando a viva voz que no queremos dueños.

                                                      ¡Ninguna será libre hasta que todas lo seamos!

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